Las esclusas
Para superar el desnivel del terreno por donde transcurre el Canal de Castilla y permitir la navegación fue necesario construir un importante número de esclusas, ingenios en forma de balsa ideados por Leonardo da Vinci y muy utilizados en los canales franceses del siglo XVIII. En total se ejecutaron 49 de estas esclusas, imprescindibles para salvar los casi 150 metros de desnivel existentes entre Alar del Rey y Valladolid y Medina de Rioseco. Estas obras de ingeniería, ovaladas y rectangulares, según las necesidades, se han convertido en la actualidad en las obras más llamativas del Canal.
A lo largo del trazado del Canal es posible encontrar un importante número de puentes; por un lado, los que se construyen para caminos o carreteras y por otro, los que se realizaron en los grupos de esclusas. Todos ellos cuentan con unos elementos y características comunes: su perfecta ejecución con sillares de piedra, un tablero generalmente estrecho con potentes pretiles de grandes bloques pétreos bien encajados y un sólo arco de medio punto. Muchos tienen como característica destacable la presencia de un paso o andén inferior que permitía la continuación de los caminos de sirga y el paso de las mulas de arrastre.
El cruce de los ríos y arroyos que el Canal encuentra en su recorrido se resolvió por medio de puentes-acueductos, que permiten, por una parte, el paso de las aguas del río o arroyo por debajo de la estructura del Canal, y por otra, la continuación de los caminos de sirga sobre aquellos. Dentro de los 49 acueductos que existen en todo el trazado del Canal hay diferentes modelos dependiendo del número de arcadas, el tipo de bóveda, la existencia de aletas o no, su disposición, etc. Por lo general cuentan con potentes pretiles en sentido longitudinal al eje del cauce y aletas laterales más o menos abocinadas; todos los acueductos, al igual que el resto de las obras de ingeniería, están realizados en piedra cuidadosamente trabajada.
Los más sencillos son los que cuentan únicamente con una pequeña arcada, casi oculta por la vegetación, como los del Dujo y el de Carrular, próximos a Paredes de Nava. Más numerosos son los que cuentan con una sola bóveda de arco y medio punto reforzado con aletas de distinto tamaño. De este grupo merecen descatarse los de Carrecalzada, Fuente Pedro, Valdealas, Valdegara, Fuentemimbre, El Tesoro, Parado Redondo, Valdesanjuán y Berroral. Con todo, los más espectaculares, son los que forman el grupo de acueductos de cinco grandes arcadas: en el Ramal del Norte, en las proximidades de Melgar de Fernamental; para cruzar el río Valdavia se construyó el de Abánades o del Rey; en el Ramal de Campos, para cruzar el río Sequillo, se construyó otro con cinco arcos escarzanos y pilares.
En el del Sur, existió un acueducto llamado de los Cinco Ojos, para el desagüe de la Laguna de la Nava.
Los extremos de los tres ramales del Canal (Valladolid, Alar del Rey y Medina de Rioseco) y el ramalillo de Palencia, cuentan con grandes dársenas que permitían la maniobrabilidad y atraco de las numerosas embarcaciones que transitaban con todo tipo de mercancías, convirtiéndose en pequeños puertos de interior. En los proyectos primitivos se preveía la construcción de embarcaderos en todas las poblaciones por las que transcurría el trazado, pero en aquellos puntos en los que se suponía que iba a existir una importante actividad y trasiego de mercancías, se desarrollaron sobremanera estos embarcaderos, como sucedió en El Serrón, Sahagún el Real y Viñalta.
Estos interesantes puertos interiores estaban formados por extensos muelles de sillares bien tallados, en torno a los cuales se levantaban distintos almacenes que, en algunos casos, se elevaban sobre el mismo borde del canal para facilitar la carga y descarga directa de mercancías, tal y como ocurre en Sahagún el Real, cerca de Paredes de Nava.
En la actualidad los nuevos usos del Canal y la presencia de considerable vegetación sobre la estructura de las obras que lo forman, ha supuesto una importante transformación de las mismas. Sin embargo, todas ellas muestran, desde su origen, una serie de características que las hacen comunes: el cuidado y la perfección de su ejecución y la utilización exclusiva de la piedra en su construcción.